jueves, 23 de noviembre de 2006

EL NEGOCIO DE LAS IMPRENTAS

Imprentas en San Diego:

Los desconocidos Rifleros

Llevan años en el rubro de las imprentas y aún no tienen una propia. Tienen variados clientes y a fin de año su ingreso es más de un 20% de lo que ganan los trabajadores legalmente. Los rifleros son astutos y tienen claro con quiénes y dónde hacer su trabajo.

Camila Fuentes

Las imprentas en el barrio San Diego existen hace muchos años. Las que se encuentran entre la calle San Diego y 10 de julio llevan más de 30 años realizando trabajos, en cambio las que están hacia el lado de Alonso de Ovalle sólo llevan unos 8 años en el rubro. Estas imprentas realizan distintos mandados, desde calendarios hasta tarjetas de presentación, según lo que el cliente desee.

Sus ingresos anuales van desde $40 millones hasta unos $60 millones, dependiendo de la trayectoria que lleve la imprenta.

A pesar de los ingresos que obtienen y de los distintos trabajos que hacen, hay otros que se cuelgan de ellos y hacen su labor indirectamente. Estos son los “Rifleros”, quienes tienen o no oficinas y constan con distintos clientes y ganan a veces más que los que son dueños legalmente de una imprenta. Reciben este nombre debido a que los relacionan con los cazadores furtivos, quienes son los que no cuentan con permisos para utilizar armas y de igual forman cazan su presa.

Esteban González trabaja en una de las imprentas ubicadas cerca de Alonso de Ovalle. Tiene 37 años y hace cuatro que trabaja para Sergio Chávez, el dueño del local. Cuenta que por lo menos tres veces por semana son las que aparece un riflero por los pasillos de la galería y que la mayoría de las veces van directamente a una imprenta en particular, porque “puede que tengan un acuerdo o por la cantidad de trabajo el otro les cobra más barato no más”, cuenta Esteban. Agrega que “los rifleros ya saben como manejarse dentro de los distintos locales del rubro, porque hay muchos que no quieren trabajar con ellos. No les gusta que ganen a expensa de otros”. Este es el caso de Sergio Chávez, el dueño del local donde trabaja Esteban, de 45 años y que no está de acuerdo con el modo de operar de estos supuestos dueños de imprentas. Sabe que gracias a ellos es que su ingreso mensual es más alto, pero también sabe que no es fácil fiarse de estos personajes. “No encuentro correcto lo que hacen. Nunca he tenido un acuerdo con los rifleros, sólo hago el trabajo y no pregunto para quién es. Pero uno se da cuenta de si viene por su cuenta o viene a hacer algo que le mandaron”, cuenta Sergio Chávez.

Los “rifleros” llevan operando la misma cantidad de tiempo que existen las imprentas en el barrio San Diego, sólo que en el último período es que se han hecho más conocidos.

Esto ocurre porque ahora algunos de ellos cuentan con oficinas, con contactos y con clientes que confían plenamente en ellos. A pesar de lo poco particular que llega a ser la labor que ellos realizan, no hay ninguna ley que pene lo que hacen. Lo que sí existe es “un problema tributario de la persona que vende más caro el producto, porque no está pagando el impuesto que paga el dueño de una imprenta que está legalizada, o sea la boleta que es autorizada por el fisco. Además, muchos de ellos no cuentan con el permiso para trabajar, por lo que pasan por vendedores ambulantes”, dice Sebastián Garetto, estudiante de quinto año de Derecho de la Universidad de Chile. También cuenta que viendo el código penal lo que más se acerca es el delito de recepción, pero eso es en el caso de que el vendedor se haya robado el timbre y luego lo haya vendido, sabiendo el comprador que el objeto es robado.

Contactarse con un “riflero” no es fácil. Esta acción se hace mediante contactos, alguien que tenga la referencia o que le haga cierto tipo de propaganda al encargado del grupo de rifleros. A pesar de dar confianza luego de sus mandados bien realizados, los que trabajan en imprentas en San Diego, como Sergio Chávez, cuentan que no es seguro contactarlos por uno mismo, que no son las mejores personas con las que uno puede hacer negocios, que si uno no es recomendado, mejor no actuar.

Para los que laboran en las imprentas legales es fácil distinguirlos y no confían en ellos, por lo que recomiendan mantenerse alejado de los “rifleros” y de sus servicios, no para que los de las imprentas ganen más, sino que “para no relacionarse con este tipo de gente, que parece mafiosa”, dice Sergio Chávez.

A veces actúan solos, pero la mayoría de ellos lo hace en conjunto, “porque así pueden hacer más encargos y rápidamente”, cuenta John Villegas, quien es dueño de un servicio de fotomecánica. Este trabajo consiste en hacer las matrices que necesitan las imprentas para trabajar, o sea los moldes para crear distinto tipos de cosas. Cuenta también que “no creo que sea ilegal lo que hacen. Tengo clientes que los conocen y saben como trabajan. Aún así los eligen a ellos para no pegarse el pique de ir tan lejos por más barato. Hay gente que puede pagar más, entonces prefiere éste método”.

Para muchos, el tipo de trabajo que tienen los “rifleros” es ilegal. No obstante, John Villegas cuenta que no lo es, porque muchos de ellos dejan claro desde el principio su modus operandis, y así no hay conflicto. En cambio, cuando no lo hacen, puede que se vea ilegal el asunto, pero en ningún momento lo es. Lo único que John Villegas destaca es el precio que cobran los “rifleros” por lo que hacen, no siendo los protagonistas de la realización del trabajo. Hay veces que pueden cobrar hasta el triple de lo que piden en las imprentas establecidas en San Diego o más bien el doble, dependiendo de lo que haya sido el pedido. Es así como anualmente pueden ganar desde $80 millones hasta unos $95 millones, un 20% más de lo que obtienen los que trabajan legalmente en el barrio.

Es así como los rifleros se hacen con cada mandado más conocidos y obtienen más ingresos. Su labor es tan correcto que las personas que los contrataron siguen realizando el trabajo con ellos, mientras que los que están en las distintas imprentas de San Diego se mantienen muchas veces en el anonimato. “No recomiendo el mandar un trabajo a los rifleros. Es mejor que cada persona lo haga. Puede que ellos sean buenos para esto, pero después de mucho confiar, en cualquier momento los clientes pueden perder”, dice Esteban Gonzáles, trabajador legal en una de las tantas imprentas del barrio San Diego.

1 comentario:

Unknown dijo...

increible, diosa en la escrituera